En el lenguaje cotidiano, generalmente suelen emplearse frases similares para denotar miedo y ansiedad. No obstante, existen sus contrastes para evitar confusiones al momento de referirnos a ambas. Por ende, en este artículo, vamos a aclarar el significado de cada una para que así puedas contemplar exactamente en qué se diferencian.

En ambas situaciones existen estímulos desencadenantes de una reacción. Sin embargo, la circunstancia donde se presentan cada una no es igual. Por ejemplo, una persona puede sentir temor de un tiburón, pero es imposible llegar a sentirnos ansiosos por la presencia de uno. Por esa razón, el miedo está relacionado con la supervivencia y la ansiedad, con la dificultad de afrontar situaciones de carácter social.

Estimulo y reacción

La reacción, puede ser similar, pero el estímulo siempre será diferente. Sabremos cuándo un estímulo deriva en miedo porque supone un riesgo para la propia seguridad. De esta manera, es posible identificar el temor, siempre en relación con la muerte. En cambio, el estímulo experimentado en la ansiedad no supone un peligro para la vida misma.

¿De qué manera comprender el miedo?

En primera instancia, cuando solemos enfrentar situaciones que suponen un peligro para nuestras vidas, el miedo se puede percibir como una emoción. Este es el primer momento, es decir, cuando lo sentimos con intensidad, pero sin paralizarnos. Luego pasa a ser un sentimiento cuando llegamos a racionalizarlo por completo, es decir, cuando nos hacemos conscientes de todos sus efectos en nosotros.

Es un elemento determinante para sobrevivir, porque de no existir, no sabríamos cómo actuar ante determinadas situaciones donde nuestra vida corre cierto peligro. A través de él, también podemos adaptarnos a entornos adversos y utilizar mecanismos como la agilidad y la rapidez.

La reacción ante el miedo

Cuando se trata de situaciones donde el riesgo de muerte es inminente, la reacción más frecuente es la de escapar inmediatamente al aparecer el peligro. Otras veces tendemos a dar batalla, especialmente cuando la primera opción no es viable. Algunas personas también suelen quedarse paralizadas por completo ante la imposibilidad de hacerle frente a la situación experimentada.

¿De qué manera comprender la ansiedad?

Cuando hablamos de ansiedad hacemos referencia a una sensación de inquietud, excitación o inseguridad. Generalmente, presenta síntomas relacionados con subida del ritmo cardiaco o nerviosismo difícil de controlar. Por ejemplo, podemos estar ansiosos ante una situación de estrés laboral.

La reacción ante la ansiedad

La ansiedad no requiere de estímulos demasiado fuertes para activar una reacción en el sujeto. Una situación pequeña es suficiente para activarla y generar una alerta en nosotros. No obstante, también hay situaciones capaces de desencadenar comportamientos desproporcionados, tales como el aislamiento.

La expresión facial en el miedo

Las personas sienten temor constantemente. Es una emoción que se puede identificar cuando contemplamos el rostro de quien lo experimenta. La expresión fácil al sentir temor es universal, es decir, cualquiera puede demostrarla. En este sentido, es innata, se origina inmediatamente al experimentar una situación de peligro.

La expresión facial en la ansiedad

Cuando nos sentimos ansiosos no necesariamente pueden identificarnos con un gesto o contemplando nuestra expresión facial. Cada persona manifiesta la ansiedad de forma distinta, es decir, nunca se transmite de forma similar a los demás.

¿Cuándo se produce el miedo?

El miedo se puede producir inmediatamente al aparecer un estímulo capaz de activar alarmas en nuestro organismo, es decir, su aparición es rápida ante la situación de peligro. Si un ladrón entra a nuestra casa, inmediatamente aparecerá la emoción y nos impulsará a tomar una decisión.

Momento en que se produce la ansiedad

De modo contrario a la sensación de temor, nos podemos sentir ansiosos por situaciones lejanas en el futuro. Es similar a preocuparse por algo que todavía no ha ocurrido. En este momento, los pensamientos invaden nuestra mente y generalmente no son para nada positivos. Así, nos anticipamos a acontecimientos negativos sin saber si en realidad van a ocurrir.

La función del cerebro ante la aparición del miedo

El cerebro, en ambos casos, suele activarse de manera diferente. En el caso de cuando no estamos temerosos, al requerir una respuesta rápida, la activación suele ser veloz y al mismo tiempo de corta duración. De esta manera, la amígdala recibe la información y deriva en la sensación del temor.

La función del cerebro ante la aparición de la ansiedad

Contrario a cómo ocurre con el miedo, la ansiedad presenta un proceso mental más duradero. Primeramente, se analiza la situación desde lo cognitivo para así valorarla desde un enfoque completo. La duración depende no solo del estímulo, sino también del contexto desencadenante. Debido a que las situaciones donde nos sentimos ansiosos no suponen un peligro para nuestras vidas, la reacción del cerebro puede demorar bastante.

¿Cómo se supera el miedo?

Los miedos se afrontan una vez los racionalizamos, es decir, justo en ese momento donde lo experimentamos de manera natural, como un elemento fundamental de la propia vida. Existen algunos temores que no son reales, como por ejemplo el producido por los payasos en los niños. Esta idea es almacenada en la imaginación y una vez se toma consciencia de ello puede superarse por completo.

¿Cómo superar la ansiedad?

La ansiedad es posible también racionalizarla. Es importante comprender que el futuro no es una realidad negativa. Las cosas malas no ocurren si las pensamos, ocurren porque simplemente es algo natural a la vida. Evidentemente, hay situaciones más graves donde es necesario la intervención de un profesional en el área de la psicología.

Conclusiones finales

Ambas sensaciones son diferentes, así como la respuesta de nuestra mente a cada una de ellas. Sentir miedo nos hace estar alertas para evadir o hacerle frente a cualquier situación con alto nivel de peligro para nuestra vida.

Ambas se pueden controlar y son necesarias siempre y cuando no nos paralicen y tengamos el control de todo las situaciones. Hay momentos donde es necesario detenerse y respirar, otros, por el contrario, tomar decisiones rápidas. Sentir temor de algo no es motivo de ir al psicólogo, sin embargo, padecer constantemente de ansiedad si requiere atención profesional.