Siempre he sabido que lo que yo quería hacer de mayor era trabajar con personas. Vengo de una familia de médicos y tengo el recuerdo de mi padre ejerciendo su profesión en un pequeño pueblo de Madrid, sin horarios, atendiendo personas, familias, cuidando de las necesidades del pueblo. Mi padre se dedicaba a cuidar de los demás, y su trabajo era más que una profesión, era una vocación.
Estudié Trabajo Social en la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid, una Diplomatura desconocida para mi, que me dio a conocer mi madre. Ella que es muy intuitiva, ya sabía que mi camino pasaba por poder servir a los demás. Al terminar los estudios, de las miles de puertas que toqué, me llamaron de una pequeña residencia de la Comunidad de Madrid, para personas con enfermedad mental, en la que necesitaban una educadora para el turno de mañana. Y ahí empezó toda esta aventura maravillosa.
Conocí a Merche, la psicóloga que hoy comparte conmigo este proyecto, y juntas nos armamos de valor para abrir cinco años después, la Vivienda Tutelada Las Villuercas. Una pequeña residencia para personas con enfermedades mentales, en la que pudiéramos dar rienda suelta a nuestro deseo de ayudar a estas personas a superar su enfermedad. Compartimos la idea de que para lograr superar estas enfermedades tan abrumadoras, las personas necesitan mucha presencia, acompañamiento y apoyo.
Muchas veces una presencia y una compañía que los propios pacientes rechazan, perdidos en sus propias batallas, en sus sombras y en sus miedos. La mejoría de los primeros pacientes fue tal, que a los años nos decidimos a abrir el primer Piso Tutelado, para poder seguir dando respuesta a las necesidades de crecimiento de nuestros pacientes, pues alguno de ellos necesitaba poder salir de la residencia para seguir creciendo.
Hoy en día alguno de esos veteranos, ya viven solos en su propio piso, y esa es la mayor de las alegrías que toda esta aventura a mi me ha dado. Poderles ayudar a vivir su propia vida, a tener su propia casa y sus propias rutinas.
Para mi esta empresa es mucho más que una profesión, es una dedicación, una parte fundamental en mi vida y en mi crecimiento, y por supuesto, una vocación.